Así comenzó a crecer, a desobedecer.

Sofía creció el día que comenzó a usar secador de pelo. Empezó a darle importancia a los detalles, como el pelo largo y la melena al viento.
Antes le gustaba el agua caliente, ahora sólo las duchas frías calmaban sus ansias de falda corta.
Cambió chaquetas por tacones, inocencia por perspicacia y tristeza por placer.
Su mirada desnudaba y sus labios mordían, provocando anhelo por la Sofía que había muerto. Sofía tímida.
Sofía calmada.
Sofía tranquila.
Seria, pelo recogido y párpados bajos.
Pero Sofía pintó de rojo sus labios, de negro sus ojos y de blanco su sonrisa.
Tansformando pasos en andares, pureza en corrupción, melena en viento.